^ La música es la armonía del cielo y de la tierra

sábado, 28 de noviembre de 2009

EL mito del carro alado

Una amable aportación de Napoleón Boina Aparte
*

Explicaba Platón su teoría sobre el alma humana valiéndose de la imagen de un carro alado y aún lo recordamos 2.500 años después.
En el mundo perfecto de las ideas, volaba aquel carro conducido por un auriga y tirado por dos corceles. Uno era blanco y simbolizaba la fuerza, el valor, el ímpetu; era noble y dócil. El otro negro y representaba a las pasiones, a lo concupiscible; era mucho más desobediente y difícil de controlar. El conductor, naturalmente, intentaba llevar el gobierno de todo.
Así pues, fortaleza por el corcel blanco, templanza del negro e inteligencia en el auriga, eran las tres cualidades que adornaban al alma humana en los casos favorables. Si estaban presentes en la correcta proporción, y sin colisionar unas con otras, entonces había una cuarta virtud añadida: la justicia.
Un alma con todos estos atributos era perfecta e inmortal y habitaba en el mundo de las ideas, separado de éste de las cosas que tenemos bajo los pies, pero con un nexo de unión entre ambos que era precisamente el ser humano.
*
Desgraciadamente, alguna vez se rompía aquel apreciado equilibrio por causas imputables a cualquiera de los tres intervinientes, entonces el carro perdía sus alas y se precipitaba hacia este mundo de las cosas, encerrándose aquella desventurada alma en un cuerpo humano como el de cualquiera de nosotros. No obstante, nunca perdía el recuerdo de lo que fue ni el anhelo de recobrar sus alas para poder regresar al mundo perdido.
Pero, ¿cómo recuperarlas?
Pues mediante el eros; por el amor.
Eso pensaba Platón, que conocía de su maestro Sócrates la teoría de que el amor es el deseo de lo que no se tiene y se considera bello.
En un primer estadio se trata de la atracción por los cuerpos bellos, por el del otro, el del ser amado. Puede y debe llegar a transformarse, en una segunda fase, en amor por los espíritus virtuosos y equilibrados. Culmina en amor a las ideas sublimes del Bien y la Sabiduría.
La principal función que cumple el amor es la de hacer sentir al hombre el deseo de sabiduría e impulsarle a conseguirla, de manera que al final su alma podría recuperar las alas perdidas y regresar al mundo del que llegó.
En todo caso, si en lugar de amor platónico lo llamásemos amor socrático, tampoco estaríamos siendo injustos.


Napoleón Boina Aparte

lunes, 23 de noviembre de 2009

Valle de Arán





Recuerdo de una aventura inolvidable, donde los protagonistas se perdieron
en la noche de los tiempos.
Lejana, única y escondida. Frontera con Aragón y Francia,

Es un valle situado en la vertiente atlántica del Pirineo. Quien lo visita y se adentra hasta su capital (Viella) no le dejará indiferente.
Inolvidable en unas vacaciones navideñas.

*
dedicado a un lejano amigo, Pedro.



viernes, 20 de noviembre de 2009

La luna

Luminaria principal que Dios dispuso
para que "señorease en la noche"
(Gn.1:16; Sal. 136:9)
y marcara los tiempos *(Gn. 1:14, 16)


Fascinante, majestuosa*
no hay un planeta que suscite tanta imaginación y fantasía.
*
cómo se formó?
*

sábado, 14 de noviembre de 2009

el hogar

Historias en aquellas cocinas de las viejas casas... Todavía en algunas se tiene la sensación de oir las voces de sus antíguos habitantes, al calor del fuego de aquellos hogares, donde hasta no hace muchos años, no se apagaban jamás.
*
* Tradiciones de nuestros antepasados

*
El culto al fuego
El rasgo esencial de la antigua adoración del fuego va unido al culto universal del hogar. En un culto se cubre el fuego todas las noches y se enciende el del día siguiente con el de la víspera. Dejarlo morir es un sacrilegio y se paga caro. Si por descuido el fuego Ilega a apagarse, es grande el disgusto que se apodera de la familia, pues la desgracia persigue ya de cerca la casa y a los que la habitan. Para que esto no suceda, cuidan con notable esmero de mantenerlo vivo durante todo el año. El fuego debe ser encendido con maderas blancas. Símbolo de la pureza. El fuego del hogar puede también significar la unión. Así, si el hombre solicita ante el fuego a la joven, ésta responde: "Home, que nos ve õ lume!" Con esta frase lo personifican y le dan una conciencia y lo miran como ser superior al cual no debe ofenderse. El fuego reúne las afecciones más caras al hombre, sobre todo al hombre primitivo ya que él confunde, en un mismo generoso abrazo, el respeto a los antepasados, el amor a la descendecia, la adoración al elemento que simboliza todo cuanto es grato a su corazón y compendia todas sus predilecciones. El hogar es la patria del hombre, los de su sangre son su pueblo, su dios el fuego que arde sobre la piedra del hogar, vivo y eterno mientras la familia dura. La función del fuego se entiende primero como protector de la familia y después como dios.

Era cosa corriente que desde el día de Navidad hasta el primero de enero ardiese en el hogar el gran leño que tenía el nombre de Tizón de Navidad. Según la creencia popular, sus cenizas eran buenas para curar calenturas, para ellos la enfermedad por excelencia. En este culto se puede hoy ver una manifestación y es que con ella continuaba el culto del los antepasados y el druídico de la encina. Es probable que el tizón se encendiera para que el fuego fuese más vivo en aquellos días de regocijo y que las almas de los padres viniesen a visitar a los suyos, tuviesen un calor más grande y un más puro. Así tiene un doble símbolo, el de la integridad de la familia y el de la adoración de los dioses.

*

martes, 10 de noviembre de 2009

curiosidades...

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Una práctica muy generalizada hasta el pasado reciente
Consumo humano
de bellota
Félix Rodrigo Mora
*
La observación del deterioro medioambiental que origina la agricultura, en todas
sus manifestaciones, está llevando a prestar atención a regímenes alimentarios del
pasado abiertos a los frutos arbóreos, sobre todo la bellota.
*

Hasta hace muy poco la harina de bellota,
así como la de castaña, solas o mezcladas
con las de cereales, han sido una parte
importante de la dieta humana, elaborándose
con ellas pan, talos, tortas, fritos
y otros productos básicos. Las bellotas,
además, eran comidas crudas, asadas y
cocidas. Todo ello tiene una gran tradición.
Estrabón, refiriéndose a los pueblos
prerromanos de Hispania, asevera que
se alimentaban las tres cuartas partes del
año de bellotas, “que secas y trituradas se
muelen para hacer pan”, aserto corroborado
por Plinio, quien aduce que se asaban
entre cenizas, lo que elimina el amargor.
En efecto, se suele sostener que sólo son
comestibles por las personas las de variedad
dulce, de la encina Quercus ilex subsp
ballota, pero la investigación de campo ha
manifestado que también se tomaban,
e incluso panificaban, las de roble, casi
todas con bastantes taninos y de sabor
amargo, una vez que se habían sometido
a procedimientos efectivos para desintoxicarlas,
algunos similares a los de endulzar
la aceituna de mesa. En realidad, los seres
humanos se han nutrido con bellotas de
todos los Quercus, quizá con la excepción
de la coscoja.
Una interpretación de extraordinaria
importancia la ofrece San Isidoro de Sevilla
en Etimologías, obra del siglo VII, donde
sostiene que el nombre latino de la encina,
ilex, deriva de electus, escogido, “pues
el fruto de este árbol fue el primero que
los hombres escogieron para su manutención”,
ya que “antes de que comenzasen a
utilizar los cereales, los hombres primitivos
se alimentaban de bellotas”. Al considerar
los hayucos, de tanta importancia como
nutrimento humano antaño, aduce sobre
la etimología del nombre del haya, fagus
que “tiene un origen griego, pues ‘comer’
en griego se dice ‘phagein’”, lo que parece
probar que su fruto fue preferente
nutrimento humano. Tuvo, igualmente,
mucha importancia el pan de castaña que,
junto con el de bellota, fue alimento de
los vascones, lo que les permitió tener una
demografía y abundancia material nada
desdeñables, como lo prueba que fueran
capaces de repeler con éxito los ataques
del reino visigodo de Toledo, y luego del
Estado islámico, durante siglos.
La recolección de bellota, probablemente
para consumo humano, está presente
en la icónica de monumentos románicos,
como el mensuario de la iglesia
de Hormaza (Burgos), de hacia 1200, y
las pinturas murales de la ermita de San
Pelayo, en Perazancas (Palencia), del siglo
XI. En el conocido documento, mandado
elaborar por Felipe II, “Relaciones histórico-
geográficas de los pueblos de España”,
los vecinos de Las Mesas (Cuenca) loan
un encinar comunal que les proporcionaba
una parte notable de su dieta, sobre todo
en los años malos para el cereal.
Un análisis excelente se encuentra en
la gran novela de Cervantes (cap. XI de
la primera parte), en el discurso de Don
Quijote a los cabreros, donde se exponen
las causas políticas del fomento de la agricultura.
Se arguye que hubo un pasado de
concordia, sin propiedad privada, ente estatal
ni opresión de la mujer, en el cual los
seres humanos se alimentaban de bellotas
y miel silvestre, edad magnífica porque en
ella “aún no se había atrevido la pesada
reja del curvo arado a abrir ni visitar las
entrañas piadosas de nuestra primera madre”.
Ello liga la agricultura a deficiencias
cardinales en la libertad política y civil, y la
recolección de frutos, la bellota en primer
lugar, a su general existencia.
Más próximos a nuestros días, sabemos
que la nutrición humana en las zonas
menos desnaturalizadas de Asturias a
comienzos del siglo XX seguía basándose
en la harina de bellota y castañas, y que
en la zamorana comarca de Sayago, en el
Maestrazgo y en otros territorios se han
comido bellotas hasta ayer mismo.
*

La bellota
como nutrimento del futuro ?



viernes, 6 de noviembre de 2009

PUEDES PASAR..














Acomódate y tómate una taza de té calentito.
Mientras, escuchas, ojeas o lees...
*

miércoles, 4 de noviembre de 2009

lugares mágicos

" El bosque animado"
wenceslao fernández florez
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Éste es el libro de la fraga de Cecebre.
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San Salvador de Cecebre es una parroquia de Galicia, rugosa, frondosa y amena. Para representar gráficamente su suelo bastaría entrecruzar los dedos de ambas manos, que así se entrecruzan sus montes, todos verdes y de pendientes suaves. Ni llanuras ni tierras ociosas. Gente honesta que no desdeña ni el vino nuevo ni las costumbres antiguas, y cuyo vago amor a lo extraordinario les impele a buscar en el Santoral los nombres que juzgan más infrecuentes o más bellos al bautizar a sus hijos. Parece que está en el fin del mundo, pero en los días de noroeste el aullido de las sirenas de los trasantlánticos que anclan en La Coruña llega hasta allí, salvando quince kilómetros, y aviva en el alma de los labriegos ese ansia de irse que empujó a los celtas por toda Europa en siglos de penumbra, y los reparte hoy por ambos hemisferios.
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En el idioma de Castilla, fraga quiere decir breñal, lugar escabroso poblado de maleza y de peñas. Pero tal interpretación os desorientaría, porque fraga, en la lengua gallega, significa bosque inculto, entregado a sí mismo, en el que se mezclan variadas especies de árboles. Si fuese sólo de pinos o sólo de castaños o sólo de robles, sería un bosque, pero ya no sería una fraga.
*
Cuando un hombre consigue llevar a la fraga un alma atenta, vertida hacia fuera, en estado —aunque transitorio— de novedad, se entera de muchas historias. No hay que hacer otra cosa que mirar y escuchar, con aquella ternura y aquella emoción y aquel afán y aquel miedo de saber que hay en el espíritu de los niños. Entonces se comprende que existe otra alma allí, infinitas almas; que está animado el bosque entero; almas infantiles también, pequeñitas y variadas, como mariposas, y que se entienden, sin hablar, con la nuestra, como se entienden entre sí los niños pequeñitos que tampoco saben hablar. Pero los hombres suelen llevar rayada ya —como un disco gramofónico— la superficie endurecida de su ánimo, con sus lecturas y sus meditaciones, con sus placeres y sus ocupaciones, con sus cariños y sus aborrecimientos. Y van de aquí para allá, pero siempre suenan lo mismo, como sonaría el disco en aparatos diversos, y ellos no pueden escuchar nunca más que la propia voz de su vida ya cuajada. Es en vano que pasen de la montaña al mar o de las calles asfaltadas a los senderillos aldeanos, porque la aguja de cualquier emoción correrá fatalmente por las rayitas de su alegría o de su desgracia y sonará la canción de siempre. Si estos hombres se asoman a la fraga, piensan que el aire es bueno de respirar, o en cuánto dinero producirá la madera, o en la dulzura de pasear entre la sombra verde con su amada, o en devorar una comida sobre el musgo, cerca del manantial donde pondrían a refrescar las botellas. Nada más pensarían, y en nada de ello estaría la fraga, sino ellos. ¡Triste obsesión que hace tan pequeños los horizontes de la vida como el redondel de un disco. ¡Yo, yo, yo!, va raspando la aguja hasta el final que copia tan bien los estertores humanos.
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Éste es el libro de la fraga de Cecebre. Si alguno de esos hombres llega a hojearlo, ¿podrá encontrar la ternura un poco infantil necesaria para gustar sus historias?
Pero también hubo en la fragua un personaje solemne, con alma desdeñosa y seca.
Veréis:
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Los árboles tienen sus luchas. Los mayores asombran a los pequeños, que crecen entonces con prisa para hacerse pronto dueños de su ración de sol, y al esparcir las raíces bajo la tierra, hay algunos quizá demasiado codiciosos que estorban a los demás en su legítimo empeño de alimentarse. Pero entre todos los seres vivos de la fraga son los más pacíficos, los más bondadosos, los que posean un alma más sencilla e ingenua. Conviene saber que carecen absolutamente de vanidad. Nacen en cualquier parte e ignoran que sólo por el hecho de crecer allí, aquel lugar queda embellecido. No se aburren nunca porque no miran a la tierra, sino al cielo, y el cielo cambia tanto, según las horas y según las nubes, que jamás es igual a sí mismo. Cuando los hombres buscan la diversidad, viajan. Los árboles satisfacen ese afán sin moverse. Es la diversidad la que se aviene a pasar incesantemente sobre sus cosas.
Ellos son también la diversidad. Como quiera que se agrupen, siempre forman un conjunto armonioso, y hasta los que nacen aislados en la campiña o sobre los cerros parecen tener una profunda significación que emociona el espíritu. Si los troncos son rectos, nos impresiona su esbeltez; si torcidos y atormentados, no deja de haber en ellos una sugerida belleza, algo que los humaniza ante nuestros ojos. Según avanzamos por un bosque, la alineación de sus árboles, el perfil del ramaje, el artesonado de las hojas cambia y el panorama se renueva incesantemente con perspectivas en que las formas se conjugan en modos infinitos, como los hombres no han acertado a conseguir ni en el más complicado y fastuoso de los bailes.
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cuando alguien escribió esto, quizás no estaba en su mente que en el futuro mas próximo , cecebre, iba a quedar dividido entre autopistas, autovías y polígonos industriales...Pero todavía quedan rincones que recuerdan su pasado absolutamente ancestral.
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martes, 3 de noviembre de 2009

otoño II

En literatura el otoño, en sentido figurado, representa la vejez.
Entonces.. he sido "vieja" desde que nací, siempre me gustó...
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"Empleo mi vida en vagar por el camino mientras guardo las flores de las cuatro estaciones en mis pensamientos".
Tagami Kikusha